El Parque del Drago 1998-2023
25 años envolviendo al mítico y milenario Drago de Icod
El Drago de Icod es el ejemplar botánico más importante de la historia de las Islas Canarias. Un árbol con centenares de años a sus espaldas, que necesitaba −a principios de los años 80− una acción urgente, pues estaba en inminente peligro de desaparecer con su salud afectada por la contaminación de su entorno.
El deseo de millones de turistas de visitar dicho ejemplar, y el desarrollismo que ese negocio conllevó a su alrededor, puso en peligro la vida del Drago. Este lugar es, después del Teide, el lugar más visitado de Tenerife (más de 3 millones de personas), visitando el Parque del Drago alrededor de 1 millón de personas.
Han pasado ya 25 años desde que, en 1998, volvió a abrirse al público el Drago y su nuevo parque, pero ha pasado más tiempo desde que comenzó el proceso de devolver sus condiciones naturales a este árbol mítico que, a comienzos de la democracia, estaba en peligro. Han transcurrido ya 40 años desde que ganamos aquel concurso de ideas, convocado en 1984, para la creación de un Parque del Drago de Icod que lo protegiera de todo lo que este ejemplar tenía alrededor. Esos 40 años solo han sido un instante para el Drago Milenario, mientras que para nosotros ha sido una obra de arquitectura y paisaje de toda nuestra vida, que ha acompañado a los arquitectos que lo ideamos durante toda nuestra vida profesional.
Cuando los conceptos de biodiversidad y de renaturalización de los entornos urbanos empezaban a ser innovaciones en congresos científicos, pero aún no estaban en el lenguaje popular ni en los medios de comunicación, en el municipio tinerfeño de Icod de los Vinos, gana un concurso internacional de ideas convocado en 1984 ante la insistencia de numerosos biólogos y botánicos −preocupados por la salud del árbol− la idea de proyecto del ‘Parque del Drago’, de tres jóvenes arquitectos (Artengo, Menis y Pastrana), convirtiéndose con el paso de los años en una de las intervenciones más importantes de Canarias en materia de conservación y restauración de la biodiversidad de una zona, en este caso un barranco.
El cómo se abordó aquella restauración ecológica conecta y explica el proyecto actual de Fernando Menis ISLAS DEL MUNDO, en el que se condensan todos los años de experiencia del arquitecto entendiendo la arquitectura como parte del paisaje. El proyecto del Parque del Drago se afrontó poniendo en el centro a la naturaleza: al Drago. Hoy parece lo más lógico y una decisión llena de sentido común, pero en los años 80, tiempo del boom turístico de Canarias, el proyecto fue tachado de imposible y de locura, pues propuso la eliminación de la carretera (una carretera general importante del norte de la isla, de alto uso, no solo turístico sino local).
Se eliminó carretera para proteger al drago de todo tipo de contaminación y vibraciones, separándolo de los ruidos y humos de la ciudad y devolviéndole su hábitat original, pues así es cómo había estado siempre, creciendo durante siglos tras una tapia que separaba una finca de la ciudad. Esta tapia, que había desaparecido también, se recreó levantando un muro protector que se situó en el mismo lugar y con la misma altura y materiales (piedra basáltica del lugar). Se realizó donde había existido durante siglos un cerramiento similar de la finca agrícola del Drago, la última entre la ciudad y el barranco y en cuyo borde creció el Drago conviviendo durante cientos de años con la naturaleza primigenia del lugar, paraíso natural del que fue expulsado forzando su introducción en el núcleo de la ciudad y en las rutas turísticas de la Isla.
Se recuperó toda la biodiversidad del barranco al borde del cual se encuentra, y ahora se intenta impulsar una buena finalización del futuro Centro de visitantes, idea de los mismos arquitectos autores y motivo de una nueva controversia jurídica en 2023, la última de muchas vicisitudes.